ARGUMENTO:
Nos encontramos nuevamente en
Canterbury en sus llanuras durante el año 1907. Gloria Martin, la hija de Kura
y William, es la heredera de Kiward Station. Desde que sus padres se marcharon
a vivir a Europa, ha disfrutado de absoluta libertad junta a su abuela Gywneira
en las tierras de la hacienda familiar montando a caballo, manejando las ovejas
y criando a su caballo.
Cuando cumple los 15 años, su
madre decide que es el momento de que Gloria comience a recibir una educación
adecuada a la altura de lo que todo el mundo espera, sobre todo que desarrolle
sus habilidades de artista. Poco después la muchacha es enviada a un internado
en Gran Bretaña donde estudiará diversas disciplinas. Como Gloria es muy tímida
y retraída deciden que si prima Lilian, hija de Elaine y Tim Lambert, la
acompañen en el internado.
Las dos muchachas son muy
diferentes entre sí y mientras Lilian es capaz de adaptarse a las nuevas
circunstancias, para Gloria el colegio supone una dura experiencia ya que la
muchacha no es capaz de integrarse en el ambiente ni cuenta con el talento
necesario para sus estudios.
Con una portada parecida y la
misma estructura se repite la fórmula que en las dos ocasiones anteriores
funcionó muy bien. De nuevo serán dos las protagonistas femeninas que podemos
encontrar en un escenario tan exótico como Nueva Zelanda.
Como siempre sus personajes están
muy bien perfilados y definidos y son capaces de transmitir muchos
sentimientos, incluidos los secundarios. Podemos ser capaces de imaginarnos
completamente tanto su interior como su exterior, así como la evolución que
presentan a lo largo de la obra. Muy conseguido en este caso el papel de
Gloria, cuyas vivencias la convierten en una persona huidiza, desconfiada y
siempre en alerta.
Después de haber leído las dos
anteriores novelas, he de decir que esta ha perdido completamente la frescura y
exotismo que irradiaba la historia. Si “En el país de la nube blanca” comenzaba
de forma vibrante y atractiva, de tal forma que captaba tu interés al instante,
esta novela carece totalmente del gancho de su predecesora, y su comienzo
resulta demasiado convencional y típico.
La novela muy lejos de sorprender
se presenta como más de lo mismo y en su lectura no he encontrado los alicientes
de las anteriores. El argumento me ha parecido mucho más simple y aunque se
sigue basando en las tramas personales de los protagonistas me ha interesado
muchísimo menos, y es que algunas situaciones están bastante exageradas.
Considero que una vez leídos los
dos anteriores, es una pena no terminar la trilogía, pero yo esperaba un cierre
mucho más ¿espectacular? ¿potente? ¿interesante? En todo caso me he alegrado de
haber concluido la trilogía en su conjunto, por todo lo que me ha aportado sobre
Nueva Zelanda, desde información sobre la cultura maorí, la flora y fauna del
país, la descripción del duro trabajo en las minas de carbón, la vida de los
buscadores de oro, la llegada del ferrocarril, el transporte de ganado ovino y
vacuno, y en este último volumen algunas pinceladas sobre la Primera Guerra
Mundial entre otras muchas cosas.
Aún a riesgo de parecer demasiado
exigente, según mi parecer a esta novela le sobrarían bastantes páginas, y es
que a mi me ha aburrido de manera sobremanera los episodios sobre la guerra, ya
que han estado vacíos de contenido, y no le han dado dinamismo a la historia .
Además me ha parecido demasiado cruel la triste vida que le toca vivir a Gloria
y considero que la autora se ha cebado con dicho personaje.